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Las piedras preciosas nos deslumbran con su variedad de colores vibrantes, pero ¿qué les da estos matices? El secreto radica en su composición química, estructura interna e interacción con la luz.
En primer lugar, los elementos químicos dentro de una piedra preciosa absorben y reflejan la luz de manera diferente, creando colores específicos. El cromo, por ejemplo, es responsable del rojo intenso del rubí.
En segundo lugar, la disposición interna de los átomos y las moléculas dispersa o absorbe ciertas longitudes de onda de luz, dando forma aún más al color. Los ópalos, famosos por su juego de colores, deben su belleza al patrón regular de las esferas de sílice.
Por último, la interacción de la luz con las piedras preciosas determina los colores que vemos. La luz se absorbe, se refleja o se transmite, dependiendo de las propiedades de la piedra. La refracción y dispersión de la luz dentro de la piedra puede realzar o modificar su tonalidad.
En conclusión, los colores cautivadores de las piedras preciosas surgen de su química única, su estructura y la forma en que la luz baila con ellas. Cada piedra es una obra maestra natural, que exhibe una paleta vibrante que nunca deja de inspirar.